¡Socorro! El grito de espanto de los lectores de E.B

Elsa Bornemann es una inmortal escritora de literatura infantil y juvenil nacida el 20 de febrero de1952 y fallecida el 24 de mayo de 2013. Su obra está enriquecida con hermosos cuentos, canciones, piezas teatrales y novelas para los niños; probablemente su interés hacia ellos se deba al impacto que puede tener el arte en las mentes jóvenes e inexpertas, como escuché recientemente en una entrevista de la pintora chilena Matilda Pérez: “si los niños entienden el arte, el mundo camina”.
Obtuvo un título de maestra en la Escuela Normal Superior Nro. 11 Dr. Ricardo Levene, luego su licenciatura en Letras otorgada por la Universidad Nacional de Buenos Aires y después de ello un doctorado más distintos títulos en el área de la medicina y los idiomas inglés, alemán, italiano, latín, griego y hebreo.
La obra de Bornemann es muy basta y completa, inmersa en un mundo de infancia y fantasía, en la que habla de temas lo bastante adultos como para llamar la atención de muchos, como sucedió en la última dictadura del gobierno Argentino durante la cual su libro “Un elefante ocupa mucho espacio”, fue censurado convirtiendo la obra de la autora en una lectura prohibida.
Esta importante escritora, además de contribuir a la literatura dejó un aporte importante a estudiantes de todos los niveles con un enorme grupo de talleres y cursos literarios que durante un tiempo estuvo impartiendo en varias ciudades de América, Europa y Japón.

El 25 de mayo del año 2013, la editorial Alfaguara infantil se encargó de difundir la muerte de la encantadora creadora de ficciones a través de sus redes sociales y demás medios de información.

Doce cuentos para caerse de miedo

En el año 1988 es publicado el primer libro de cuentos de terror de Elsa Bornemann titulado “¡Socorro!”, que es una colección de doce relatos dividida en tres partes uniformes en los que la autora nos enseña leyendas tradicionales e historias de su propia autoría que hacen sentir terror a cualquiera. El libro es recomendado para personas a partir de los once años de edad, lo cual puede entenderse después de leer alguno de los relatos.

El prólogo del libro es narrado por un personaje muy conocido de la literatura y el cine de terror, el famoso monstruo de Frankenstein, el cual se siente halagado porque se le permitiese escribir el preámbulo de su regalo de cumpleaños número ciento setenta; la primera parte del libro está compuesta por los cuentos La del once jota, Manos, Los muyins y La Casa Viva; después, la segunda parte posee las historias Cuento de los angelitos, El manga, Nunca visites Maladonny y Joichi, el desorejado; y la última construida por Cuando los pálidos vienen marchando, Aquel cuadro, Hombre de nieve y Modelo XVZ-91; el libro culmina con un epílogo de una página en el que Bornemann invita a los lectores a convertirse en sus amigos y escritores confidentes.

El prólogo del fruto del moderno Prometeo

Según indica el monstruo de Frankenstein, Socorro es un regalo que Elsa Bornemann le había prometido para la conmemoración de sus ciento setenta años de edad. Una vez recibido el obsequio en 1987, él tuvo la fortuna de escribir para ella un prólogo y ordenar cada uno de los cuentos que contenía el libro.

Durante todo el preámbulo el personaje dice sentirse halagado por la posibilidad de ser el prologuista de uno de los libros de su amiga, el engendro la describe como una hermosa niña que nunca tuvo miedo de él ni de su horrible aspecto, una persona que pudo encontrarle un precioso pedazo de humanidad; hermosos son los sentimientos descritos por la creación del moderno Prometeo al recordar cómo su amiguita lo escuchaba plácidamente mientras él le leía a los grandes poetas durante su infancia.

El libro está dividido en tres partes de cuatro cuentos cada una, los primeros tres son cortos y el último relativamente largo; ésta fue una decisión de su prologuista, quien deseaba que el libro fuera todo lo uniformemente posible, una creación que fuese totalmente distinta a lo que es él. Bornemann explica en una carta a su amigo que los cuentos son doce para que así se lea uno de ellos cada mes del año, la razón que da la autora es que para todo ser resulta dañino abusar desmesuradamente del terror, además le dice a Frankie, como recomendación, que no los lea de noche, consejo al que hizo caso omiso al igual que yo. Ahora sabemos porque E.B lo dijo.

El prólogo termina con adulaciones hacia la autora, y según el personaje de Mary Shelley, es tarea de un prologuista hablar maravillas del escritor del libro, y mucho más si éste es un valorado amigo. Afectuosa y monstruosamente se despide de nosotros Frankenstein deseándonos una buena lectura y compartiéndonos que en los momentos más terroríficos del libro él se escondía bajo su cama y escuchaba “Help” de The Beatles para espantar un poco los temores.

La influencia de Lafcadio Hearn

Patrick Lafcadio Hearn fue un periodista, escritor y traductor grecoirlandes nacido en la mitad del siglo XIX (27 de junio de 1850), es bastante conocido por sus artículos y relatos muy cercanos a los aspectos sociales de lugares como Estados Unidos, las Antillas francesas y Japón. Desde 1869 hasta 1887 vivió en distintas ciudades de Estados Unidos donde publicó para revistas y periódicos como The Cincinnati Enquirer, The Commercial, The times Democrat y Scribner’s Magazine, también publicó libros como Hojas sueltas de literatura extraña, Gombo Zhebes y Fantasmas de China, títulos que lo hicieron conocer como el único estilista de esa época en tal país. En 1887 fue enviado por The Harper’s Magazine a Martinica donde escribió Dos años en las Antillas francesas y “Yuma, la historia de un esclavo de las Indias Occidentales”, libro que hasta el día de hoy es considerado como la mejor descripción de dichas Islas; luego volvió a América y publicó traducciones de autores importantes como Flaubert y Maupassant, más dos de sus novelas: Guita y Karma.

Saturado de las costumbres norteamericanas viajó a Japón donde publicó los libros más importantes de su carrera entre los que destacan Visiones del Japón menos conocido, “Japón: Ensayo de interpretación”, y su libro de cuentos más importante Kwaidan, el cual fue llevado al cine y se usó como referencia para tres de los cuentos de Socorro.

No se conoce exactamente en qué momento Elsa Bornemann tiene un encuentro con la obra de Lafcadio Hearn, o Yakumo Koisumi como es conocido en Japón, pero es cierto que hay mucho de Kwaidan en el primer libro de terror de la autora. Es probable que el hecho de que haya una leyenda tradicional japonesa en cada una de las partes de Socorro se deba a esa estructura regularmente perfecta que quería lograr el organizador de los cuentos. Lo que también es intencional, y de lo cual pocos lectores se habrán dado cuenta, es que cada una de esas versionadas historias japonesas de Bornemann está también contenidas en el libro Kwaidan de Lafcadio Hearn.

En el libro de E.B son tres las ficciones japonesas seleccionadas, una para cada parte. La primera es “Muyina”, presentada en el libro de la autora Argentina como Los Muyins; la segunda es “Joichi el desorejado”; y la tercera es “La mujer de la nieve”, que fue versionada por Bornemann en su cuento “Hombre de nieve”.

La autora, según tengo entendido, no dio explicación de por qué se basó en las versiones de Hearn para sus relatos, pero me gusta pensar que fue para crear en sus lectores un interés por las culturas que solemos obviar, y además ayudarnos a conocer a un hombre que contribuyó mucho a que se agrietara un enorme muro cultural que hasta el día de hoy divide violentamente al Oriente del Occidente.

La literatura infantil para adultos

A los libros dedicados a los niños muchas veces no se les da el valor que requieren, “son libros para entretener a los chicos”, se suele pensar, pero la verdad es que casi siempre un texto infantil guarda mucho más de lo que nos detenemos a mirar. Elsa Bornemann es un gran ejemplo de ello, su literatura es refrescante y aparentemente simple, pero su contenido está lleno críticas que rodean aspectos políticos y sociales.

La primera vez que leí sobre la vida de esta autora me pregunté: ¿Por qué se censuraría un libro con un título tan inocente como “Un elefante ocupa mucho espacio”?, pero al ir leyendo algunos de los cuentos de E.B descubrí que aunque sus escritos están creados en un mundo de niños y entregados a los niños sus mensajes connotativos nos invitan a pensar seriamente sobre el mundo de los adultos; el mejor ejemplo de esto que digo es el cuento “Cuando yo sea grande”, el cual quiero compartir.

Cuando sea grande: Elsa Bornemann

“¿Qué vas a ser cuando seas grande?”, me pregunta todo el mundo, y aparte de contestarles: “Astrónomo” (o colectivero del espacio, porque nunca se sabe), tengo ganas de agregar otra verdad: “Cuando sea grande voy a tratar de no olvidarme de que una vez fui chico.”

Recuerdo que –cuando aún concurría el jardín de infantes– mi tía Ona me contó un cuento de gigantes. Después me mostró una lámina en la que aparecían tres y me dijo:

–Los gigantes sólo existen en los libros de cuentos.

– ¡No es cierto! –Grité– El mundo está lleno de gigantes, para los nenes como yo, todas las personas mayores son gigantes. A mi papá le llego hasta las rodillas, tiene que alzarme a upa para que yo pueda ver el color de sus ojos; mi mamá se agacha para que yo le dé un beso en la mejilla; en un zapato de mi abuelo me caben los dos pies, y todavía sobra lugar para los pies de mi hermanita. Además, yo vivo en una casa hecha para gigantes: si me paro junto a la mesa de la sala, la tabla me tapa la nariz; para sentarme en una silla de la cocina debo treparme como un mono, y una vez sentado, necesito dos almohadones debajo de la cola para comer cómodamente; no puedo encender la luz en ningún cuarto porque no alcanzo los interruptores, ni siquiera puedo tocar el timbre de entrada; y por más que me ponga de puntillas no veo mi cara en el espejo del baño. Por eso cómo me gusta cuando mi papi me lleva montado sobre sus hombros, hasta puedo arrancar ramitas de los árboles con sólo estirar el brazo. Por eso cómo me gustaba ir al jardín de infantes, allí hay mesas, sillas, armarios construidos especialmente para los nenes. Las mesas son “mesitas”, las sillas son “sillitas”, los armarios son “armaritos”, hasta los cubiertos son pequeños y mis manos pueden manejarlos fácilmente, y también hay una casita edificada de acuerdo con nuestro tamaño, si me subo a un banco puedo tocar el techo.

Sí, ya sé que también yo voy a ser un gigante cuando crezca… pero falta tanto tiempo. Entre tanto quiero que las personas mayores se den cuenta de que hoy soy chico, chiquito, chiquitito. Chico, chiquito, chiquitito, en un mundo tan grande. De gigantes. Hecho por gigantes y para gigantes.”

¿Parece simple no? Un niño que se siente pequeño en un mundo tan grande, sin duda es algo con lo que los pequeños se identifican y si les leemos el cuento de seguro les encanta, pero ¿es sólo ese el objetivo de E.B? No lo creo. El relato bien está basado en un mundo infantil, en la mente de un crío y en cómo él percibe el mundo, pero lo que allí hay no es más que una crítica y una valiosa enseñanza dirigida hacia los padres, los maestros y los adultos en general. En la ley de todo país se habla de los derechos de los niños, cosas como el derecho a la salud, a la educación, a la vida, a la alimentación; Bornemann nos habla de otros importantes derechos, el derecho a un ambiente amigable y dispuesto a que nos sintamos cómodos en él. Claro está que aunque el texto nos habla de los niños, no sólo se aplica a ellos. La autora puede estarnos dando la oportunidad de ser solidarios con todos aquellos que poseen una limitación, e invitándonos a juntos construir un mundo que sea adecuado para todos, los pequeños, los grandes, los infortunados y los afortunados. Es éste el mayor aporte de una escritora como Bornemann para el mundo, una literatura infantil que hace pensar a los pequeños y a los gigantes.

Un epílogo amistoso

La conclusión del libro es una media página que nos enseña ese lado encantador que debe tener todo artista relacionado con los niños, en ella E.B nos manda un afectuoso abrazo y nos agradece por haber compartido con ella momentos tan aterradores como los de sus cuentos; además nos da su dirección postal incitándonos a la posibilidad de compartir con ella nuestros miedos de la misma forma en la que ella lo ha hecho con nosotros.

Si Elsa Bornemann aún estuviese en este plano, de verdad sería un honor para mí aprovechar la información de ese epílogo para mandarle este breve ensayo, desgraciadamente no puedo hacerlo así que estás páginas serán un honor a sus memorias y su magnífica obra. Con mucha ilusión los invita a leer “Socorro”…

Joalberths De Agrela

Maracay, Venezuela

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